A Etiopía le sobraban argumentos para convencernos de que es «el destino» con todas las letras: sus paisajes, las montañas que parecen tocar el cielo, sus tradiciones y la fuerza de sus habitantes hablan por sí mismos.

Por eso, se convirtió en nuestro viaje soñado, consiguiendo que se convirtiese en uno de los países que más huella ha dejado en nosotras y cambiando nuestro forma de ver el mundo. 

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Durante tres semanas, hemos sido espectadoras de una naturaleza sin igual, de tradiciones milenarias, de monumentos hechos por el nombre impensables, de leyendas y paisajes que parecen de otro planeta.

Aquí comienza nuestra inmersión etíope, una travesía donde nos zambulliremos en el país de los grandes imperios, pero también en uno de los países donde surgió el cristianismo. Creedme cuando os digo que será imposible describir la belleza y el magnetismo de Etiopía en mis diarios. Aún así pondré todo mi empeño en desgranaros los capítulos de este nuevo libro en la biblioteca de mi vida.

Bienvenidos al país que fascinó a Kapuścińskiy o a Javier Reverte. Bienvenidos a mis diarios etíopes.

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MIS DIARIOS ETÍOPES

Nuestro vuelo llegó hace unas horas a la terminal 2 de Addis Abeba.

Tras realizar todo el trámite de visados, cambiamos de terminal y nos dirigimos a la 1, donde pasamos las escasas tres horas que nos separan de nuestro próximo vuelo. Habíamos decidido que la mejor opción era dirigirnos directamente a Mekele, donde empezaríamos nuestra ruta.

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La terminal no es demasiado cómoda. Apenas hay asientos, así que nos tumbamos en el suelo, justo frente al mostrador donde tendríamos que realizar el check in, para estar listas nada más lo abriesen. Por cierto, la compañia con la que volamos desde Addis Abeba a Mekele es Ethiopian Airlines.

Nuestro viaje empieza con anécdotas, pues se nos acercan un par de personas locales que nos dicen que les enseñemos los billetes y que no podremos volar porque el precio que hemos pagado es para locales y no para extranjeros. Y, aunque nos asustamos muchísimo, decidimos esperar a que fuese la aerolínea quien nos informara.

Falsa alarma.

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VUELO A MEKELE

Nuestro vuelo partía desde Addis Abeba a las 7 de la mañana.

Un vuelo cómodo, de una hora y media de duración, donde empezamos a disfrutar de la orografía del paisaje etíope. Las vistas desde la ventanilla te dejan sin respiración y sólo podemos pensar en que, en pocas horas, estaremos viviendo el que, sin duda, es el viaje de nuestras vidas.

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Suavemente el avión aterriza. Por fin estamos en la región de Tigray. El Aeropuerto de Mekele es oficialmente conocido como Aeropuerto Internacional Alula Aba Nega; un aeropuerto bastante básico y sencillo. Daba igual, nosotras estábamos ansiosas por salir y empezar a recorrer el país.

Pedimos un «taxi» que nos lleve a nuestro hotel. El precio son 200 BR (unos 3,50€).

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¿Os acordáis cuando os dije que todos nuestros amigos nos decían que qué se nos había perdido en Etiopía? ¿Que nuestro entorno nos dijo que allí sólo encontraríamos pobreza? ¿Y que nosotras obviamente hicimos caso omiso y nos plantamos en Etiopía?

Este primer contacto fue duro. Sólo nos hizo falta unos minutos para ver que es un país con mucha miseria. De esa que te hace replantearte tu vida y tus problemas. De esa que se te instala en el cuerpo y te genera infinidad de sentimientos y miedos.
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Llegamos al hotel Mekele, (el precio para dos personas para esta noche fueron 17€). Ya tenían nuestra habitación lista; una habitación excesivamente básica, sin decoración lujosa o a la última en cuanto a diseño se refiere, pero aún así nos supo a gloria ver esas camas llamándonos a gritos. Así que sí, nuestras primeras horas en Etiopía las aprovechamos para una pequeña siesta y una ducha. Llevábamos tantas horas de viaje y sin dormir que era inevitable.

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MEKELE

Mek’ele, es la capital de la región de Tigray, en el norte de Etiopía. La quinta ciudad más poblada del país y uno de los principales centros económicos y universitarios del país. Y aún así, es una ciudad prácticamente en ruinas. Qué contradicción, ¿verdad?

Pedimos un tuctuc para ir a comer. Estamos hambrientas y deseosas de probar la gastronomía etíope. El precio del trayecto son 50 BR (unos 0,80€), desde el hotel hasta Karibu Hotel, donde también se encuentra Karibu Kitchen.

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La injera es uno de los platos más típicos del país y, aunque no la ofrecían en su carta; John, el dueño del restaurante, se ofreció a prepararnos una.

¿El veredicto?

No tan sabroso como esperábamos. La injera es una especie de crep gigante con pollo, verdura y salsas picantes. La masa se deja fermentar varios días antes de cocinarla, por lo que tiene un sabor «amargo» y aquí, una servidora, no es amante de lo amargo. Pero donde fueres, come lo que vieres. Tengo 20 días por delante para acostumbrarme a la injera. Jajaja

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Con el estómago lleno, nos acercamos a ETT (Ethio Travel Tours), la empresa con la que contratamos el tour para visitar el volcán Erta Ale y la depresión del Danakil.

Contactamos con ellos desde España. Tras leer decenas y decenas de blog y foros, vimos que era la mejor opción. Ya teníamos todo reservado, así que nos acercamos a las oficinas a pagar y a reconfirmar los horarios del día siguiente y cualquier información extra que pudiéramos necesitar.

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Y ahora sí, decidimos pasear un poquito por la ciudad y abastecernos de un par de cosas antes de nuestro viaje al Danakil.

Pero antes me gustaría contaros algo más de mi experiencia en Mekele y algo sobre cómo me sentí.

Normalmente viajo con mi cámara réflex. Me encanta retratar el mundo con mi cámara, crear postales no sólo en mi mente, y la prefiero antes que el móvil. Sin embargo, tras el primer trayecto en taxi desde el aeropuerto al hotel, decidí que era mejor dejarla a «buen recaudo» que sacarla a la calle como haría normalmente.

Mientras paseaba me vino un pensamiento y un sentimiento de culpabilidad a la cabeza. ¿Por qué esta vez estaba dejando la cámara en el hotel? Uno de los grandes viajes de mi vida y mi cámara en la habitación. ¿Cuál era el verdadero motivo? Y aquí es donde me di cuenta de que estaba juzgando antes de tiempo y sí, estaba siendo racista. Así que decidí que ese sería el único día en el que la cámara se quedaría allí. Que el resto del viaje iría en mi mano y que, si en destinos como Madrid no me daba miedo a que me la robasen, aquí debía ser igual.

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Y tras esta reflexión, y unas cuantas imágenes tomadas con mi móvil en nuestro paseo de vuelta al hotel me despido de este primer día.

En el camino de vuelta paramos a comprar algo de fruta (algunos plátanos por 6 BR) y papel higiénico (35br) que nos dijeron que nos haría falta en nuestro tour.

Y ahora sí volvemos al hotel a dejar todo listo para mañana. Preferimos recuperar alguna hora de sueño perdidas y empezar el día de mañana con las pilas a tope.

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Antes de despedirme, os dejo con esta imagen de las vistas de nuestra habitación.

Gracias por acompañarnos en esta nueva aventura y en un país tan cautivador y salvaje como Etiopía, espero de corazón que si estáis planeando un viaje a este país, mis diarios os sirvan de ayuda.

Nos vemos en mi próxima entrada.

 

¡MUCHAS GRACIAS POR LEERME!
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