Aunque se suele decir que Milán es la ciudad menos espectacular de Italia, lo cierto es que la capital de la moda es un destino que mezcla la tradición y el clasicismo con las últimas tendencias y el vanguardismo y a la que no le falta nada, desde lujosos castillos y palacios a iglesias, teatros y galerías, sin olvidar monumentos más actuales y numerosas tiendas de moda que resaltan el lujo de una ciudad en continuo crecimiento.
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Empieza nuestro viaje en Italia y Milán es un perfecto punto de partida. Normalmente, al planear un viaje a Italia, Milán suele ser la gran olvidada o rechazada, tiene fama de fea, pero no tiene nada que envidiarle a grandes ciudades. Milán ofrece importantes complejos arquitectónicos, hermosos jardines y paseos inolvidables. Desde hace siglos ha sido la ciudad elegida para artistas tan importantes como Leonardo da Vinci o Giuseppe Verdi y actualmente es la cuna de la moda y donde tienen lugar los desfiles que marcan la pauta estilística de toda Europa.
El buen gusto está servido tanto en los escaparates de los pequeños locales como en los de las grandes firmas; es imposible no recrearse en el dolce far niente mientras se comparte un helado, o disfrutar de la rica gastronomía de la zona.
El día empieza temprano, hay que dejar las maletas hechas porque esta tarde sale el tren hacia Florencia. Tras tomar el desayuno en el hotel y pedir un mapa y algunas indicaciones, nos ponemos en marcha. Nuestro hotel se encuentra a unos 20 – 25 minutos a pie del Duomo, así que preferimos disfrutar del paseo y evitar autobuses o taxis para llegar al centro.
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La primera parada del día fue en la Basílica de San Carlo al Corso, una iglesia neoclásica situada a lo largo del Corso Vittorio Emanuele. Lo interesante de esta iglesia es que, a pesar de que su aspecto nos puede recordar a otras construcciones como el Panteón de Roma (en la que está inspirada) y por tanto ser más antigua, se construyó entre 1832 y 1847. Está dedicada a San Carlos Borromeo, el gran obispo de Milán.
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La entrada es gratuita y podréis disfrutar de una iglesia circular con una plaza porticada con columnas corintias y un frontón triangular sin adornos y coronado por una cruz con dos ángeles. El interior está decorado con columnas de granito rojo, también al igual que el Panteón, y altares con crucifijos de madera y capillas como la del Beato Giovannangelo Porro.
Antes de llegar al Duomo es imposible parar unos segundos a contemplar los diferentes escaparates. Creo que si hay una ciudad en el mundo con gusto para exhibirse esa es Milán. Ya sea para mostrar juguetes, comida, joyas o ropa, no hay nadie con tanto gusto y originalidad como los de esta ciudad. Es casi un sacrilegio no disfrutar de ellos.
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Peeeero tenemos a la gran catedral esperándonos y nos morimos de ganas de subir y disfrutar de unas vistas que quitan el habla. Aunque yo estuve de ruta en Italia hace unos 10 años, Milán se quedó fuera del recorrido y no la conocía, así que esta vez no se me escapaba. En pocos metros llegamos a nuestro destino.
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La catedral o Duomo de Milán es la tercera catedral más grande del mundo, justo después de San Pedro del Vaticano y la Catedral de Sevilla, con una superficie de casi 12.000 m².
Las entradas se pueden adquirir justo al lado de la portada, en su lado izquierdo. Depende del tipo de visita que queráis hacer, el entrada costará un precio u otro, pero si sois de los míos (y no os queréis perder ni un detalle) y queréis la entrada completa, os costará 15€ (con la subida a la terraza en ascensor)
Lo primero que hay que saber sobre la Catedral de Milán es por qué se la conoce como Duomo. Etimológicamente viene de la palabra latina domus, que significa casa. Por tanto, Duomo significaría La Casa de Dios y que no sólo se utiliza para nombrar a la catedral de Milán, sino en todas las catedrales de Italia (incluso las de Alemania)
Estoy segura que después de contemplar lo gigante que es, lo primero que os vendrá a la cabeza es el impoluto color blanco que la adorna, es mármol de Candoglia que fue expresamente traido a través de los canales Navigli. Con él se adornó no sólo la estructura del templo, sino que también se utilizó en los arcos apuntados, los arbotantes y pináculos y las más de 3500 esculturas de santos, animales y seres fantásticos.
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Milán tiene muchísima vigilancia militar tras los atentados sufridos en Europa en los últimos meses, así que no os asustéis demasiado cuando los veáis armados ante la Catedral, además deberéis enseñar el interior de vuestros bolsos/mochilas y os pasarán el detector de metales antes de entrar a cualquier zona del Duomo. Tras varios minutos de espera esperando a ser «cacheados» por fin accedemos.
El interior es impresionante, con un aire que recuerda al interior de Notre Dame, se divide en 5 naves con un total de 52 columnas, que representan cada una de las semanas del año. La nave central es la más alta, con 45 metros de altura y su interior puede acoger a 40.000 personas. Su construcción se inicio en el año 1386 y se prolongó durante tanto tiempo, que fue Napoleón Bonaparte en el siglo XIX quien ordenó que no se prolongase más y se terminara la fachada.
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El interior de la catedral es más que un gigantesco templo, reúne preciosas obras de arte como el monumento a Gian Giacomo Medici, la estatua de San Bartolomé los sarcófagos de los arzobispos Ottone y Giovanni Visconti, el Candelabro Trivulzio o el impresionante coro tallado en madera que muestra la vida de San Ambrosio.
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Lo que más llama la atención nada más entrar son las ventanas y vidrieras, que además tienen fama de ser las más grandes del mundo, en ellas se muestras escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Pero si hay un protagonista en el interior de la catedral es la escultura de San Bartolomé desollado, situada en el transepto derecho del Duomo.
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Nosotras no pudimos disfrutar de la escultura desde cerca ya que esta zona estaba en restauración y tuvimos que conformarnos con apreciarla desde lejos, pero aún así impresiona. La imagen perfectamente podría servir como modelo de una clase de anatomía ya que el escultor recrea de manera magistral cada músculo y vena del cuerpo.
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En el interior se encuentran también la cripta y el tesoro, en la cripta podremos visitar la Capilla de San Carlos Borromeo, donde se conservan sus restos vestidos con atuendos de la época dentro de una urna de cristal.. Para bajar debéis situaros en la parte trasera del coro, allí encontraréis una escalera que os llevará a la cripta, totalmente revestida en plata. La parte del Tesoro es igual de impresionante, y se dice que contiene uno de los clavos de la cruz de Cristo.
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Lo último que llama la atención del interior es su famoso meridiano, que conmemora un gran momento científico. En 1786, bajo autorización del Padre Cesaris, un grupo de astrónomos trazó en el suelo de la catedral una larga línea metálica que lo atravesaba de norte a sur, el conocido meridiano de Greenwich, adornado con 12 paneles de mármol negro y blanco que representan los doce signos del zodiaco, colocadas estratégicamente basándose en la entrada de los rayos de sol. Aunque en 1827 se retiraron estos paneles, 150 años más tarde de la finalización de la catedral volvieron a su lugar de origen.
Tras recorrer todo el interior, es el momento de subir a las terrazas. Nosotras cogimos la opción de subir en ascensor, así que no nos supone demasiado tiempo ni esfuerzo llegar arriba. Si elegís la opción de subir a pie, serán unos 165 peldaños.
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No importa si miráis hacia arriba o hacia abajo, las vistas son igualmente impresionantes. Cada pequeño detalle (y creedme, tiene millones) la hacen única e incomparable. La primera galería es para disfrutar precisamente eso, los detalles. Hay infinidad de esculturas y gárgolas, agujas adornando, arcos y nervios. Es precioso mirar al horizonte y ver cómo parecen no terminar nunca las hileras de arcos.
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La terraza superior es la «dedicada» a las vistas de la ciudad. Es la que se encuentra sobre la nave central y, su tamaño es tal que aquí se realizan conciertos, justo a 108,5 metros de altura sobre la plaza.
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En esta parte podréis apreciar la Madonnina, una estatua de cobre dorado coronando la catedral en el punto más alto del templo.
La última parte que visitaremos del Duomo se encuentra bajo tierra, son las excavaciones arqueológicas de la antigua Catedral de Santa Tecla y las ruinas de un baptisterio cristiano del siglo IV.
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A la salida nos encontramos con la estatua ecuestre de Víctor Manuel II, que representa al rey dirigiendo a los soldados en la batalla de San Martino. En la escultura, realizada en bronce, encontramos dos leones acostados con unas placas en sus patas que tienen grabados los nombres de las ciudades Roma y Milano, en referencia a las grandes conquistas. Al ser Navidades, un árbol de tamaño colosal adornaba la plaza.
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Es casi medio día, y antes de continuar nuestra ruta decidimos hacer un alto para comer. Después de preguntar en un par de puntos de información, nos recomendaron un restaurante en Via Falcone (a menos de 5 minutos a pie de la catedral) llamado Pizzeria Caputo. Comimos pizza, y el precio es bastante bueno además de tener una buena cocina. Además disponen de menús a un precio económico. Si estáis por la zona y no sabéis dónde comer, os lo recomiendo.
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Desde aquí paramos en el otro punto emblemático de la ciudad, la Galleria Vittorio Emanuele II, así que preparad vuestras carteras, porque nos adentramos en el auténtico lujo italiano. Esta galería, que sirvió de inspiración a otras tan importantes como las de Bruselas, París o Londres, recibe su nombre en recuerdo al primer rey de la Italia unificada. A pesar de no ser la primera galería comercial (ni la primera realizada con estos materiales) sí que es una de las más conocidas, fotografiadas y bonitas.
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Pasear bajo su tapiz de hierro y cristal adornado por los rayos de sol es un placer que sí podremos permitirnos, porque como la mayoría sabréis, bajo estas galerías se encuentran las firmas de moda más prestigiosas y caras, como Chanel, Prada o Gucci.
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El espacio central es octogonal, rematado con una cúpula de cristal, si viajáis en Navidades podréis disfrutar además de un gigantesco árbol decorado con Swarovskis y su planta tiene forma de cruz, por lo que encontraréis 4 pasillos espectaculares por los que caminar. La importancia de esta galería es que es de un tamaño muy superior a sus predecesoras.
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Y para los que seáis novatos en Milán como yo, no olvidéis buscar en el suelo las insignias de las ciudades italianas más importantes como la loba capitolina de Roma o el toro de Torino, principalmente esta última, ya que cuenta la leyenda que para tener suerte y volver a la ciudad deberemos dar tres vueltas sobre nuestro pie derecho en los testículos del toro. Lo gracioso es que después de tantos años y tanta gente siguiendo esta tradición, esa parte está desgastada y el suelo tiene un agujero.
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La última parada del día es la plaza del Teatro de La Scala, uno de los teatros dedicados a la ópera más famosos del mundo. Nosotras sólo pudimos ver el exterior, que muestra un aspecto bastante sobrio, pero hemos visto fotografías en Internet y el interior es espectacular, la última visita es a las 17:30 y cuesta unos 7€. Fue construido sobre la Iglesia Santa María alla Scala, que le dio su actual nombre. Justo en estos días estaban representando Madame Butterfly de Puccini, de hecho tanto el duomo como la galería estaban adornadas con detalles en su honor.
Justo frente al teatro encontramos el museo del teatro, que contiene una gran colección de pinturas, bustos y trajes relacionados con el mundo de la ópera y la Plaza de la Scala, en cuyo centro encontramos una gran estatua de Leonardo da Vinci.
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Nuestro tren sale a las 17:43 de Milano Centrale, así que volvemos al hotel a coger nuestras maletas y cogemos un tranvía a la estación Milano Centrale. Los billetes los compramos en la página de Trainline (pinchando en el nombre os llevará a la web) unas semanas antes y nos costaron 73€ en total a las dos. Por delante nos esperaban 4 horas, además los trenes en Italia no suelen ser puntuales. En torno a las 22:00 de la noche llegamos a Florencia y, por desconocimiento, cogemos un taxi que por 10€ nos lleva al hotel. Puede no parecer mucho pero estábamos a 5 minutos a pie de la estación, así que ya sabemos que a la vuelta haremos el recorrido a pie. Mañana es nuestro primer día en Florencia y estamos cansadas así que, tras una buena ducha y una cena en un restaurante cercano, nos marchamos a dormir.
Pero antes ¿qué tal si os cuento algo más sobre nuestro alojamiento en Florencia? Para nuestra estancia en Florencia elegimos Soggiorno Oblivium (pinchando sobre el nombre os llevará a su web y pinchando aquí os llevará a su página en booking).
El hotel se encuentra en una ubicación ideal, a 3 minutos caminando de Santa María Novella y a menos de 10 del Duomo; aunque Florencia es una ciudad céntrica, siempre viene bien estar cerca de los sitios más importantes y no perder demasiado tiempo. Este hotel nos encantó tanto a mi madre y como a mi. Para empezar el trato por parte de los dueños es inmejorable, te ayudan en todo lo necesario, son encantadores y cuidan cada detalle al máximo. De nuevo, no tngo fotografías hechas por mi, pero os dejo alguna de su web de la habitación en la que estuvimos nosotros.
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¿Cosas buenas del hotel?
La ubicación es el primer punto fuerte como os decía, además del buen trato que recibiréis. Las habitaciones son de un tamaño considerable, camas cómodas y baño privado. Hay agua caliente todo el día y calefacción por suelo radiado (los que como yo améis caminar descalzos lo agradeceréis). El WiFi va genial, si necesitáis imprimir algún documento lo harán encantados y podréis dejar las maletas el día del check-out.
¿Cosas malas del hotel?
Sinceramente no podría decir ninguna. Pensando mucho, quizás podrían mejorar un poco los desayunos (aunque para nada están mal). Cuando llegas te dan vales para una cafetería a 100 metros del hotel y el desayuno incluye un café, un zumo y un dulce o un pequeño bocadillo. Si vas a estar pocos días es perfecto, pero si estás más es cierto que es repetitivo. Aunque yo pedí cambiar mi desayuno por ensalada de frutas debido a un problema de intolerancia de algunos alimentos y lo cambiaron sin problema, así que realmente no es algo negativo.
¿Recomendaría Soggiorno Oblivium?
Rotundamente sí, de hecho, si vuelvo a Florencia seguramente reserve de nuevo con ellos. Me sentí como en casa, nos trataron genial y la habitación nos pareció acogedora y perfecta. Así que si estáis pensando visitar la ciudad y entra dentro de vuestro presupuesto, ¡elegid este hotel!
Y ahora sí,¡Os espero en la próxima entrada ya desde Florencia!