Kampot, esa joya escondida en la costa sur de Camboya.

Bañada por el río que lleva su nombre y totalmente rodeada de montañas. Una ciudad que destila paz y que se convierte en el destino perfecto para disfutar del sentir más campestre y tranquilo de Camboya.

El lugar idóneo para acompasarse al ritmo pausado y armonioso de sus habitantes.

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CAMBOYA, DÍA 2: KAMPOT

Aunque llevamos unas horas en la ciudad, no hemos visto más que las paredes de nuestro hotel.
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El cansancio acumulado era tan extremo que necesitábamos una cura total de sueño.

Suena el despertador y, tras preparar las mochilas y vestirnos, disfrutamos del que quizás (como os decía en mi diario anterior,) haya sido el mejor desayuno del país.

Tortitas, fruta fresca, algo de yogurt, café, té, tostadas ..

¡Así es inevitable empezar el día con energía y el estómago de lo más feliz!

Para el día de hoy tenemos una ruta con una guía local.

Cuando organizamos el viaje a Kampot, contactamos con el hotel para ver si conocían a alguien que pudiese hacernos de guía y llevarnos a los sitios que queríamos visitar.

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No barajamos la opción de alquilar una moto porque, aunque sabíamos que muchos viajeros prefieren esta opción, nos parecía demasiado «arriesgado» en caso de perdernos.

Únicamente disponemos de unas horas y queremos visitar todo lo posible. Además contratar un guía es una forma de promover el turismo y crear puestos de trabajo.

Por cierto, podéis encontrar todos los puntos turísticos de la ciudad con descripciones más detalladas clicando aquí.

Pagamos el hotel mientras esperamos a nuestra driver y, una vez llega, nos ponemos en marcha.

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El precio de la ruta para dos personas costó 50$

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Y ahora sí, ¡listos!

Es nuestro primer contacto con la ciudad.

Una suave brisa nos da la bienvenida. Recorremos las adoquinadas calles de Kampot, dejando atrás los edificios coloniales que visitaremos más tarde; unos edicios que aún cuentan las historias de un pasado glorioso.

Pronto llegamos al primer punto «turístico» de la ciudad: la famosa rotonda del durian.

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Sé que puede parecer chocante y nada común ver una escultura así presidiendo una rotonda, pero el durian es una parte esencial de la identidad más campesina de Kampot y esta rotonda rinde un pequeño homenaje al legado agrícola de la ciudad.

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Y ahora sí, salimos de la pequeña ciudad de Kampot en nuestro tuk tuk destartalado en busca del primer punto marcado en nuestro itinerario.

 

LOS LAGOS DE SAL

No tardamos demasiado en llegar.

A ambos lados de una carretera de tierra se encuentran las salinas; el fiel reflejo de la tradición y el trabajo que sostiene a la comunidad local durante generaciones en esta zona.

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No esperéis demasiado despliegue turístico. Aquí todo es mucho más sencillo.

Amplios terrenos planos y brillantes, divididos en parcelas. Durante la estación seca, los campos se llenan de agua de mar. Gracias al intenso sol que calienta la región, ésta se evapora dejando únicamente la sal

Explicado así parece sencillo, pero la realidad es que es un proceso que requiere atención para recolectar la sal a tiempo antes de que llegue la siguiente marea.

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A nosotros nos gustó poder ver cómo trabajaban los campesinos, qué herramientas utilizan para raspar la sal o los montículos brillando bajo el sol. Una de las fuentes de ingresos de las familias de Kampot son esas salinas, y sentimos que nuestra visita a la ciudad no estaría completa sin ver una zona que aporta tanto al pueblo camboyano.

Además de contemplar el paisaje, donde a veces el cielo y las salinas parecen fusionarse.

Nos montamos de nuevo en nuestro indómito tuk-tuk.

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El camino en esta ocasión es bastante pedregoso y lleno de tierra. Es por eso que nuestra guía decide poner unos plásticos para evitar que entre más tierra. Ahora el trayecto es de algo más de una hora. Una hora donde cruzamos zonas más habitadas y otras donde únicamente hay vegetación hasta llegar a nuestra siguiente parada.

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KAMPÓNG TRACH

Kampóng Trach es una zona bastante apartada de la ciudad, en plena naturaleza.

Este enclave es perfecto; se respira serenidad nada más cruzar su puerta de acceso. Realmente, Kampóng Trach es un conjunto de cuevas y montañas de piedra caliza que se elevan intentando alcanzar el cielo; totalmente cubiertas de vegetación y salpicadas por sus lagos escondidos.

La visita es impresionante. Nos adentramos en el laberinto de cuevas; de colinas y valles que han creado la erosión y el paso de los años, descubriendo algún que otro altar religioso.

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En nuestro caso, al visitar Camboya en la estación seca, no pudimos ver los lagos que se crean en el interior de la cueva. Pero aún así es una visita muy interesante.

Como os decía, entre las cuevas, se encuentran pequeños templos y santuarios budistas que invitan a la meditación y contemplación interior. Sin duda, este es el lugar perfecto para encontrar la paz y meditar. Aquí el silencio solo es interrumpido por el canto de las aves y el suave murmullo del viento.

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Recorrer las cuevas es un lujo. Las estalactitas y estalagmitas han formado durante siglos caprichosas esculturas naturales. Entre ellas un elefante.

Aquí la luz del sol (y la de nuestras linternas) juega entre  las sombras creando una experiencia única, jugando con estas figuras que parecen cobrar vida bajo la tenue luz.

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Salimos ahora a recorrer los alrededores.

El paisaje de Kampóng Trach está salpicado de pequeños pueblos y comunidades agrícolas.

Nuestra visita está marcada por la hospitalidad de sus habitantes, que nos ofrecen zumo recién exprimido de caña de azúcar.

Las gallinas están libres picoteando, los niños juegan y algún que otro campesino se echa su siesta a la sombra en una hamaca.

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Y llegó el momento del último spot dentro de Kampóng Trach.

Desde aquí, ascendemos el tramo que hay para ver unas vistas impresionantes de la zona. Una de las mejores paradas del día.

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Retomamos la ruta en tuk tuk hacia nuestra siguiente parada.

En el trayecto, recorremos los campos de arroz, verdes y ondulantes que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Los agricultores trabajan la tierra con profunda dedicación; una dedicación que habla de l profunda conexión con su entorno. y su pasado. Los niños juegan al borde del camino; algún que otro perrete se acerca a curiosear, e incluso tenemos la «suerte» de que una serpiente se cruce en nuestro camino.

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LA PLANTATION

Nos adentramos ahora en La Plantation, donde nos recibe un mar de vides trepadoras que se elevan en estructuras cuidadosamente dispuestas.

Las hojas de las plantas de pimienta se mueven con suavidad al compás del viento. El aroma de la plantación es una mezcla embriagadora de especias frescas, tierra húmeda y vegetación.

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Los edificios de La Plantation están construidos en un estilo tradicional perfectamente integrados en el entorno natural. Nada más llegar nos avisan de que en 10 minutos comenzará una de las visitas guiadas por la plantación.

En ellas, los visitantes podemos aprender sobre el proceso de cultivo y producción de la pimienta; desde su plantación hasta la cosecha y el secado.  Tengo que reconocer que, en mi caso, desconocía por completo cualquier cosa relacionada con esta especie.  Por lo que me encantó la visita.

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Durante la visita vemos el meticuloso y respetuoso trabajo de los campesinos. Mientras el sol se filtra a través de las hojas, pudimos ver las diferentes plantas de pimienta y sus diversos estados de madurez.

Los agricultores, con su piel tostada por el sol, se movían entre las plantas recogiendo el fruto de su cultivo; mientras nuestro guía nos explicaba las diferencias entre la pimienta roja y negra o cuánto tiempo necesita la planta para madurar.

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Tras la visita hay una experiencia más. Una cata de pimienta.

Ya en la sala de degustación, podemosprobar las diferentes variedades de pimienta: negra, blanca, roja y verde. Cada una con un sabor único. Incluso algún tipo de pimienta que ha sido secada con sal marina.

Los sabores, intensos y picantes de la pimienta bailan en el paladar. Nuestro guía experto en pimienta nos explicó las notas sutiles y las combinaciones culinarias que mejor resaltan cada tipología.

Una cata no apta para los que no toleran el picante, pero que a nosotros nos pareció muy interesante.
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Nosotros además aprovechamos para comprar alguna que otra especia, como canela y mango deshidratado con pimienta (exquisito).

No podíamos marcharnos de La Plantation si probar su restaurante.

Todos los platos están preparados con la pimienta que ellos mismos cultivan y sus salsas. Además es un lugar perfecto donde probar alguno de los platos locales camboyanos.

En nuestro caso pedimos costillas de cerdo a la pimienta negra y un salteado de verduras con arroz y pimienta roja; ambos exquisitos.

El precio final fueron 20$.

Con el estómago contento, nos ponemos en marcha de nuevo hacia Kampot ya que en un par de horas sale nuestro autobús con destino a Siem Reap de nuevo.

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Sé que puede sonar extraño ya que ayer vinimos precisamente de allí, pero al organizar la ruta, lo más lógico era hacer este extraño movimiento.

De nuevo, el camino es bastante pedregoso y lleno de tierra, pero tenemos una chofer que ha protegido el tuk tuk con plásticos así que casi no lo notamos.

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EDIFICIOS COLONIALES DE KAMPOT

Tenemos casi una hora antes de que nuestro autobús salga para Phnom Penh. Y no podemos marcharnos de la ciudad sin descubrir sus antiguos edificios coloniales.

Las calles de Kampot además invitan al paseo. Adoquinadas y sombreadas por árboles frondosos y totalmente flanqueadas por estos edificios coloniales que cuentan historias de un pasado glorioso.

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Como véis, las fachadas están prácticamente desgastadas por el paso de los años y el desgaste del clima tropical. Aun así, aún se dejan ver los colores pasteles que van del amarillo suave, al rosa pastel o al azul cielo.

Los balcones son de hierro forjado, adornados y sus altas ventanas están tapadas por persianas de madera; resaltando la influencia francesa.

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Deshacemos nuestros pasos y volvemos a la estación de autobuses (justo al lado del Hotel Old Cinema) desde donde saldrá nuestro autobús a las 17:30. El precio por persona fueron 8,82$ y de nuevo los compramos en la web 12go.

Por delante tenemos alguna que otra hora para descansar.

Mañana nos espera un día repleto de emociones en Phnom Penh y no queremos perdernos nada.

Una vez que llegamos a la estación pedimos un tuk-tuk a nuestro hotel, por 5000 KHR.

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¿DÓNDE NOS ALOJAMOS EN PHNOM PENH?

Para nuestra estancia en Phnom Penh elegimos Saravoan Royal Palace, un hotel bien ubicado y con una habitación amplia donde poder descansar.
En nuestro caso no elegimos incluir el desayuno, pero acertamos ya que encontramos un lugar para desayunar que nos encantó.

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Ya habéis visto que Kampot es un destino idóneo para visitar sin prisas y sin el bullicio de la ciudad. El lugar que permite conectar con la naturaleza y la cultura local.
Es un destino que invita a la contemplación y al descubrimiento. Una lugar donde cada rincón revela una nueva maravilla y cada encuentro deja una impresión duradera.

Espero que os haya gustado mucho este nuevo diario de viaje en Camboya, nos vemos en el siguiente.

 

¡MUCHAS GRACIAS POR LEERME!
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