El año 2018 fue un año clave para Camboya.

Fue el año en el que se dictaron las últimas sentencias al régimen de los Jemeres Rojos. Casi 40 años después del fin del terror jemer se declararon como culpables a los últimos hermanos que quedaban por juzgar.

Pero el turismo había vuelto a Camboya años atrás. Viajeros llegaban desde cualquier parte del planeta para comprender y conectarse con el legado espiritual y cultural de Camboya.

Phnom Penh, su capital, es la puerta de entrada a esta travesía que transformó nuestra visión del país y nos enseñó la resiliencia y la esperanza de un pueblo sin igual.

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Llegamos a Camboya un lunes sobre las 11 de la mañana. No fue sencillo. Vuelos reservados con más de 4 meses de antelación; un vuelo de 13 horas, una escasa escala en Hong Kong y otro vuelo hasta llegar al destino final.

La espera, sin embargo, mereció la pena.

Se intuía nada más salir del aeropuerto. Cuando ante nuestros ojos se desvelaba un país tímido y a la sombra de su hermano mayor (Vietnam); y, sin embargo, un país deliciosamente coqueto, sembrado de tradiciones y experiencias que te conquistan al instante.

Impacientes, salimos del aeropuerto dispuestos a comernos Camboya por los cuatro costados. E inmediatamente sentí que elegir este país había sido mucho más que un acierto.

 

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Por fin nos conocemos, Camboya. Respiro hondo y me adentro en esa jungla maravillosa de coches, motos y tuk – tuks.

¿Estáis preparados para un nuevo viaje juntos? ¡Pues allá vamos!

Aquí comienzan mis diarios de viaje en Camboya.

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MIS DIARIOS DE VIAJE EN CAMBOYA
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¡Por fin llegamos a Phnom Penh!

Tras el control de pasaportes y recomponernos un poquito de tantas horas sentados en unos asientos no tan incómodos como pensábamos, cruzamos la puerta de salida del aeropuerto con dos misiones; sacar dinero y encontrar tarjetas SIM para nuestros teléfonos.

Por suerte, los camboyanos saben que ambas son un bien de necesidad imperiosa. Nada más salir encontramos una hilera de cajeros esperando nuestra tarjeta y varias taquillas donde comprar la tarjeta.

Con todo listo, pedimos nuestro primer tuktuk y ¡empieza la aventura!
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¿CÓMO MOVERSE EN PHNOM PENH?

La mejor forma (y la más económica) de moveros en Camboya es con la aplicación PassApp. Desde ella podréis seleccionar el punto de recogida y destino en el mapa, y la aplicación os asignará un conductor cercano.

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El trayecto desde el aeropuerto de Phnom Penh hasta la «estación de autobuses» es largo.

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El precio fueron 21.100 KHR en total.

Más de una hora en tuk-tuk que se ameniza contemplando el caos que supone la conducción camboyana.

Motos con más de dos personas sobre ellas.

En algunos casos bebés prácticamente sin sujección); claxones pitando por doquier, adelantamientos de tuk-tuk y coches varios tanto por el costado izquierdo como el derecho..

Un espectáculo digno de analizar y al que os conviene acostumbraros pronto para disfrutar del país.
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Llegamos a la estación de Kim Seng Express, donde preguntamos si podemos dejar nuestro equipaje. Aunque no disponen de un casillero como tal, nos dan buena impresión y no llevamos nada de tanto valor. Así que tras aligerar el peso de nuestras mochilas de diario, y dejar las más pesadas, pedimos otro tuk-tuk esta vez en dirección al primer punto visitable del país.

Nuestra primera parada es el Old Market. Reservamos a través de PassAp y por 5.500 KHR empezamos el recorrido en tuk tuk.

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OLD MARKET PHNOM PENH

Nos adentramos en un pequeño universo dentro de la vibrante capital camboyana.

El mercado antiguo es todo un laberinto donde descubrir la vida más cotidiana de los habitantes. Bajo su techo de zinc oxidado, cientos de puestos se alinean formando pequeños callejones donde trasladar a menor escala el bullicio de la ciudad pero sin motos, por fortuna (seamos sinceros, si no hay motos es porque no hay espacio para ellas jajaja).

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A primera vista, puede parecer un mercado totalmente caótico. Mercancia desordenada, puestos abarrotados; pero quizás ese sea su encanto. Un encanto que no se desvela a primera vista, pero que descubriréis con cada paso de vuestro recorrido.

Cada puesto exhibe una cantidad incontable de productos. Montañas de coloridas telas, pilas y pilas de camisetas o pantalones de imitación, algún que otro souvenir que pueda servir como regalo; baratijas esperando ser descubiertas por cazadores de tesoros..

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Pero la mejor parte es en la que se exhiben los alimentos que comprarán los ciudadanos de Phnom Penh. Un vibrante tapiz de sabores, colores y aromas os adentrará en esta experiencia para todos los sentidos.

Los puestos de verduras son un auténtico arcoíris de frescura. Rojos, verdes, amarillos, y algún que otro color morado brillando bajo el sol abrasador.
Pescados de ojos vidriosos sobre pequeños montones de hielo en el mejor de los casos, o directamente sobre el suelo. Carniceros cortando y preparando la carne.

El aire está impregnado de una mezcla de fragancias no aptas para todos los estómagos: el aroma dulce y exótico de las frutas tropicales, el picante embriagador de las especias, el olor a mar y el tentador olor de la comida callejera chisporroteando en los woks.

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Todo ello mezclado con el día a día de las personas que trabajan allí. En un rincón alguien se echa una siesta en una improvisada hamaca, mientras en otro puesto una mujer cose o en otro alguien preparada algo de comer. El Old Market de Phnom Penh es el lugar perfecto para captar esa esencia de la ciudad y de formar parte de ella, aunque sea por unos minutos.

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Hambrientos, decidimos buscar algo para comer cerca del mercado. Y aunque estábamos deseosos de probar la cocina local, casi todo lo que encontrábamos estaba cerrado o no nos daba confianza así que acabamos comiendo en Hummus House, un restaurante de comida libanesa donde todo estaba muy rico.

Tras recobrar fuerzas, pedimos nuestro siguiente tuk-tuk.

Las distancias son largas y nuestras energías después de tantas horas de viaje no son las más idóneas. El precio por este trayecto fue de 3.800 KHR.

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WAT PHNOM

Llegamos ahora al «corazón» de la ciudad. Al menos en su parte religiosa.

Wat Phnom se alza majestuoso sobre una colina de una modesta altura. Y aún así, se erige como el mayor símbolo de espiritualidad en Camboya.
Aquí el todo es devoción y fe.

Nada más llegar encontramos las escaleras de piedra que nos darán acceso a la parte superior. Flanqueadas por las serpientes míticas guardianas de los templos que en lugar de atemorizar al visitante, lo conducen hacia la cima.

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La estructura principal resplandece gracia a sus detalles dorados que brillan bajo el sol.

Los muros están adornados con frescos que narran historias de la vida de Buda, pero también de las leyendas que han moldeado el alma de la nación.

Es hora de descalzarnos para acceder a la estancia principal, donde una estatua de Buda preside la sala. Las campanas tintinean suavemente gracias a una pequeña brisa, de fondo se escuchan las oraciones de los devotos, el ambiente está impregnado del aroma de las flores de loto y el incienso ardiendo lentamente.

Sin duda, se respira espiritualidad, devoción y resiliencia. Los adjetivos que describen la historia más reciente del pueblo camboyano.

Wat Phnom es el lugar donde las esperanzas del pasado cobran vida y se mezclan con las esperanzas y sueños de prosperidad del presente más cercano y de un futuro lleno de anhelos.

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De nuevo nos desplazamos, a la que será nuestra última parada del día.

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CENTRAL MARKET

También conocido como Psar Thmei, es la joya art decó de la ciudad.

Lo primero que sorprende al llegar a su alrededor es el bullicio. Los coches, tuk tuks y motos deben rodearlo casi por completo para seguir su camino.

Una vez que cruzamos una de sus puertas,  nos encontramos una estructura con varios pasillos que conducen a una cúpula central que deja filtrar la luz natural.

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Bajo esta cúpula, casualmente se encuentran decenas de mostradores repletos de joyas brillantes y relojes.

Os recomiendo perderos por sus pasillos. Mientras los recorréis los comerciantes os invitarán a comprar su mercancía. Productos de electrónica, imitaciones, ropa..

En las zonas exteriores se encuentra el apartado dedicado a la «gastronomía». Frutas tropicales, verduras, kilos y kilos de arroz.. pero también pescados aún vivos, o gallinas que desconocen que les quedan pocas horas de vida.

Tal y como vivimos en el Old Market, la visita a estos mercados nos invitan a una experiencia sensorial y cultural difícil de vivir si no es recorriendo estos pasillos.

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Aunque habíamos reservado un autobús con dirección a Kampot a las 18:30, el cansancio hace mella y nos esperan unas largas 3 horas de autobús.

Pedimos otro tuktuk y nos acercamos antes a la empresa de autobuses para intentar adelantar nuestra ruta.  Llevamos más de 24 horas sin dormir y preferimos recortar el itinerario de hoy y descansar algo.

Aunque no hubo suerte en el primer bus, sí que pudimos salir casi una hora antes de lo previsto.

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Por cierto, compramos los billetes a través de la web 12toGo , con la compañía Kim Seng Express y nos costaron 9$ por persona.

El autobús era más bien un minibus, pero con asientos súper cómodos. Eso sí, id preparados porque el aire acondicionado suele estar a tope y se pasa algo de frío.

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Y, aunque me encantaría contaros con detalle los paisajes que vimos en el trayecto, la realidad es que pasamos gran parte de la ruta adormilados.

Llegamos a Kampot tan cansados, que ni siquiera salimos a cenar. Una ducha para eliminar esa sensación «pesada» de un largo viaje y todo un día de ruta y nos vamos a dormir para recargar energías.

El día de mañana nos apetece muchísimo y no queremos perdernos nada.

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¿DÓNDE NOS ALOJAMOS EN KAMPOT?

Si algo teníamos claro es que nuestro alojamiento en Kampot sería el Hotel Old Cinema.

Habíamos leído sobre él en varios blogs y, al hacer una búsqueda rápida en Booking fue el que más nos gustó.

Este hotel se encuentra en lo que en su día fue un cine de época colonial francesa. Su dueña lo ha remodelado por completo, manteniendo su esencia y hoy es un hotel boutique.

Su ubicación es muy céntrica (de hecho, el autobús os dejara a un minuto caminando), las habitaciones están decoradas y cuidadas al más mínimo detalles.

Pero lo mejor, sin duda, fue el desayuno. Me atrevería a decir que fue el mejor de toda nuestra estancia en el país. Fruta fresca, yogurt, tostadas, huevos revueltos.. un auténtico manjar.

Además, tiene piscina y su dueña es todo un amor.

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Espero que vosotros tampoco queráis perderos nuestro recorrido por Kampot.

Si es así, acompañadme en mi próxima entrada donde nos adentraremos en una parte del país menos turística pero no por ello menos interesante.

Como siempre, si tenéis cualquier duda o comentario, estaré encantada de ayudaros.

¡MUCHAS GRACIAS POR LEERME!

 

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